martes, 27 de marzo de 2012

Victima del Hampa

Ayer, finalmente, pasó lo que tantos italianos me han advertido que me sucedería. 

Cuando uno ha vivido en una ciudad como Caracas, es difícil impresionarse con el tema de la delincuencia. Según información extraoficial (la única más o menos confiable), en el 2011 se registraron 19.000 muertes violentas en el territorio venezolano. Estas son solo las que se descubrieron o denunciaron, ya que estoy segura de que más de una pasó por debajo de la mesa, porque francamente, con el cuento de la "Misión Lástima" fundada en el cáncer más caro de la historia nacional, quien tiene tiempo para ocuparse de eso.

En las ocasiones en las que un local me pregunta las razones para venirme a vivir a Italia, cuando menciono  la inseguridad se me quedan viendo con los ojitos redondos, y me advierten muy seriamente que aquí también hay inseguridad. Que tengo que cuidarme mucho, porque me pueden arrebatar la cartera, o algo peor, como abrirle un huequito por detrás para sacarme mis cosas. Que hay que estar muuuuy pendientes. Normalmente les doy las gracias y les digo que siempre ando con cuidado, sobre todo en zonas turísticas y en el metro, y que el problema de inseguridad en Caracas es un poquitico peor que eso. Si entro en detalles de como secuestran a la gente para exprimirles hasta el último centavo que tienen sus primos y conocidos de la escuela primaria, o de como te pegan tres tiros en la frente para quitarte un Blackberry, se me quedan viendo espantados. Nunca se si están revisando sus conocimientos porque se acaban de dar cuenta de que no tienen ni la más remota idea de donde está Venezuela o de qué está pasando allí, o si están pensando que estoy un poco loca porque eso simplemente es muy exagerado, o se están preguntando por qué es tan importante un Blackberry y no un Samsung o un Iphone. Además, me molesta andar por ahí predicando las desgracias de mi país: detesto la mirada de lástima que viene después.

Conozco a un venezolano al que trataron de atracar en Italia. Un hombre le sacó la cartera del bolsillo, pero para su desgracia, esta persona se dio cuenta y como buen paisa le brincó encima y lo agarró por los moños para que se la devolviera. Cuando están en este trajín, se acerca un policía, quien los separa y les pregunta que qué estaba sucediendo. Mi amigo contestó que el otro lo había robado. El policía revisó al otro tipo y descubrió su cartera con su identificación. Se la devolvió y le preguntó: "algo más?". Y mi amigo le respondió: "si, también me quitó el reloj". Yo me imagino a ese tipo llegando a la guarida de los ladrones, tratando de explicarle al jefe que no solo llegó con las manos vacías, sino que el que salió robado fue él.

Yo me imagino que si a mi me llega un tipo con un cuchillo a decirme que le entregue todo lo que tengo, me reiría y le daría tal paliza que terminaría yo en la policía con una denuncia por violencia innecesaria. (Another True story!). En Caracas uno está alerta todo el tiempo. Todo el mundo es sospechoso, cualquier ruido puede ser un tiro, cualquier movimiento brusco un ladrón. Eventualmente, ese estado de alerta se interioriza y andar timbrado pasa a formar parte de nuestro ADN. Obviamente, en una ciudad como Roma, esa energía que uno consume en andar todo el tiempo en DEFCON 2 se convierte en un desperdicio, y eventualmente, empieza a bajar el nivel de alarma. Esto me preocupa un poquito: yo estoy segura de que ya no estoy tan pilas como cuando me fui, y que incluso he considerado la idea de dejar mi cartera cuidando la silla mientras timbro el ticket en el autobús. Aunque la desecho inmediatamente, antes ni siquiera me pasaba por la mente semejante locura. Me preocupa porque pienso que cuando regrese a Caracas me van a joder en el aeropuerto.

Sin embargo, ayer estaba en las escaleras mecánicas del metro en hora pico. Son unas escaleras muy largas ya que una de las líneas pasa por debajo de la otra. Estaba además en Termini, que es la estación central de Roma. Y sentí un movimiento extraño a mis espaldas. Volteé bruscamente, y me encontré con una mujer, flaquita y pequeñita, sentada en el escalón, revisando mi cartera, que tenía el cierre abierto como 10 centímetros, y que aunque la tenía cruzada, se me había quedado más de lado que de frente. Jalé la cartera y le dije: "qué coño estás haciendo tú ahí?" y la mujer saltó hacia atrás y miró el suelo, con un gesto parecido al que hacen los niños cuando se tapan la cara y dicen "estoy escondido". Revisé rápidamente mi cartera y estaba completa, así que me volteé y le expliqué a mi esposo los acontecimientos, ya que me miraba con curiosidad y un poquito de alarma. Cuando llegamos al pie de las escaleras la muchacha caminó en dirección contraria. 

Hace poco conversábamos de este tema con una amiga caraqueña que también vive en Roma. Ese día, llegamos a la conclusión de que el nivel de ahuevoneamiento máximo de un venezolano sigue estando muy por encima del nivel más pilas de un italiano.

Afortunadamente.


1 comentario:

Linda Trinidad Medina López dijo...

jajajajajaja Vane...entonces...Tomaste dato? jajajajaja